Situada a apenas 15 km al noreste de Eivissa-Vila, la fotogénica capital insular, Santa Eulalia del Río ha sido la meca de pintores y escritores, quienes han peregrinado hasta allí en busca de inspiración. Y no es para menos, ya que este enclave sigue conservando las formas de vida más tradicionales con un ambiente cosmopolita único. Todo ello sin obviar que Santa Eulalia del Río se eleva en una de las zonas más bellas de la geografía ibicenca: la colina de Missa.
Entre los lugares que no puedes perderte, destacan la iglesia del Puig de Missa, una construcción fortificada del siglo XV; la iglesia de la Mare de Déu de Jesús, construida entre los siglos XV y XVI y de factura gótica, y la plaza de Espanya, tachonada de fuentes y palmeras, y en la que el predominio del blanco la convierten en una sugerente Ibiza en miniatura. En esta última, se alza un monolito en memoria de los vecinos y vecinas de lugar, quienes en 1913 rescataron a un grupo de náufragos.
A su vez, también vale la pena admirar los tesoros que brindan los museos de Santa Eulalia del Río. En concreto, el Museu Barrau, situado en la colina de Missa, está dedicado a la obra del pintor impresionista catalán Laureà Barrau i Bunyol (1863-1957), uno de los artistas que mejor supieron plasmar la luminosidad de Ibiza, donde se instaló en 1912 de forma permanente.
La otra institución que no hay que dejar de visitar es el Museo Etnológico de Ibiza y Formentera. Inaugurado en 1994, sus salas recogen a las formas de vida de siempre en las pitiusas. Allí podrás contemplar aperos de labranza y de la vida cotidiana en el campo, ropa, joyas, instrumentos musicales y armas, entre otros objetos.
Para redondear esta propuesta, se pueden visitar los alrededores, especialmente las localidades de Sant Joan de Labritja, una de las más tradicionales de Ibiza, y Sant Miquel de Balansat, que cuenta con una de las parroquias más antiguas de la isla.
Por supuesto, vale la pena acercarte hasta Eivissa-Vila, cuya acrópolis —el barrio conocido como Dalt de la Vila— fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.