12 plantas mediterráneas que quizás no conozcas
Las propiedades aromáticas, medicinales y hasta mágicas que se les atribuyen a las plantas mediterráneas, sumadas a su valor ecológico para los ecosistemas silvestres y los jardines, las convierten en un preciado bien. Un bien vivo (pero también amenazado) del que hay que cuidar. A lo largo de la historia, muchos artistas les han dedicado sus obras. ¿Sabías que incluso existe un Día Mundial de la Fascinación por las Plantas? Emily Dickinson clasificó la flora de su localidad natal y se inspiró en ella para sus poemas, recogidos en Herbario & Antología Botánica. Puedes emularla durante tus próximas vacaciones en el Mediterráneo. Esta breve guía herbácea te descubrirá especies poco conocidas.
Plantas mediterráneas silvestres
Lentisco (Pistacia lentiscus)
El lentisco es una de las plantas mediterráneas silvestres que te encontrarás paseando por los bosques baleares. Desde tiempos de la Grecia antigua, su resina ha sido empleada para hacer chicles. Para los helenos, era también símbolo de pureza: las doncellas se adornaban con guirnaldas de lentisco. La reconocerás por sus pequeños frutos o drupas de color rojo (no comestibles para el ser humano, pero sí para las aves) que recuerdan al muérdago, y también por su aroma resinoso. Esta fragante mata prefiere los suelos salinos, por lo que debes estar especialmente atento cuando atravieses arboledas cerca del mar si quieres observarla en su hábitat natural.
Hierba de San Juan o hipérico (Hypericum perforatum)
Algunas plantas aromáticas mediterráneas se asocian a los signos del Zodíaco. Es el caso del hipérico, con correspondencia en Leo por su conexión con el Sol y el solsticio de verano. Sus pétalos amarillos en forma de lágrima se abren alrededor del Día de San Juan, de ahí el nombre que recibe en algunas regiones. Se cree que la hiperforina, el principio activo de sus flores y hojas, ayuda a mejorar el estado de ánimo, a aliviar las molestias de la piel y a reducir la inflamación. Recuerda que ningún remedio natural debe utilizarse en sustitución de los tratamientos médicos.
Puerro silvestre o ajoporro (Allium ampeloprasum)
El puerro silvestre embellece los claros de bosques y bordes de caminos con sus flores rosas y su inconfundible fragancia. Lo hallarás en destinos con suelos ricos en nutrientes como Cádiz, Valencia o Ibiza. Su bulbo crece bajo tierra, mientras que la parte exterior puede alcanzar el metro de altura. Esta familia de plantas mediterráneas silvestres (existen diversas variedades) presenta inflorescencias agrupadas en umbelas, unos ramilletes cilíndricos que coronan el tallo; y hojas por capas, similares a las del puerro corriente o el ajo tierno. De hecho, su sabor es una mezcla entre ambos.
Zanahoria silvestre (Daucus carota)
Al igual que otras plantas mediterráneas comestibles, la zanahoria silvestre pasa desapercibida al ojo poco entendido. Eso sí, aunque logres identificarla, es mejor que no la arranques, ya que esta especie atrae a las abejas. Además de no tocar las plantas, también puedes recoger los plásticos que veas en tus rutas por la naturaleza: estos gestos reducirán tu huella de carbono. La hermana salvaje de la zanahoria común muestra una gran flor blanca y redonda, integrada a su vez por pequeñas flores unidas entre sí. El tallo y las hojas están recubiertos de una capa protectora que, al tocarla, puede causar irritación en la piel. El tubérculo se encuentra enterrado.
Tomillo blanco o mejorana silvestre (Thymus mastichina)
No confundas el tomillo blanco con el común: el primero está más cerca de la mejorana (en ocasiones, recibe el nombre de mejorana silvestre) que de la especia conocida como tomillo a secas. Esta hierba, endémica del centro y sur de la Península Ibérica, impregna con su aroma los campos en entornos de montaña como la Sierra de Baza y otros parques naturales de Andalucía. Crece en terrenos arenosos y más bien secos, y de sus flores blancas se extrae un poderoso aceite esencial usado desde la antigüedad para tratar heridas y contusiones, apoyar las funciones respiratorias o (sí) en rituales y amarres de amor. Además, se trata de una planta melífera, es decir, cuyo néctar sirve a las abejas para fabricar miel.
Jazmín azul o plumbago (Plumbago auriculata)
El jazmín azul simboliza el cielo y los sentimientos de paz y armonía, conectando al ser humano con la parte profunda de su psique. Hace siglos, su extracto servía para elaborar tinturas destinadas a mejorar el bienestar de la mujer. El plumbago fue introducido en el sur de Europa desde África, adaptándose a su geografía botánica como arbusto. Hoy, se trata de una de las mejores plantas mediterráneas para aportar alegría y colorido a un jardín, además de para fertilizar el suelo de manera natural y atraer a los polinizadores. Sus hojas abundantes y los cinco pétalos de su flor, con tonalidades que van del celeste al malva, contienen resina y néctar en profusión.
Ballota (Ballota hirsuta)
La ballota pertenece a ese grupo de plantas mediterráneas resistentes que dan ejemplo de resiliencia. Se siembra en los arriates y huertos de permacultura para imitar los hábitats salvajes, donde prospera entre caminos, matorrales y pastos. Así, su presencia es crucial para los proyectos regenerativos, que buscan dejar el medio ambiente mejor de como se encontró. La mata, cubierta por hojas rugosas de un tono verde claro, florece entre abril y septiembre, con diminutas inflorescencias sésiles (esto es, que carecen de unión directa con el tallo) entre magenta y morado, a veces, también con rayas blancas.
Mejorana (Origanum majorana)
La mejorana común comparte familia herbácea (y raíz etimológica) con el orégano. Su olor y su sabor son parecidos. Le gusta el sol y el buen tiempo, así como estar en contacto con otras hierbas igual de vivaces. Sus hojas ovaladas se emplean como condimento fresco o especia seca. Presenta unas florecillas de color lila claro, increíblemente perfumadas (y comestibles). El aceite esencial y la infusión de estas plantas aromáticas mediterráneas se utilizan en fitoterapia para ayudar a los procesos digestivos, así como por su acción diurética y expectorante.
Ajenjo moruno (Artemisia arborescens)
De entre todas las plantas mediterráneas para jardín o silvestres que se conocen como artemisa, el ajenjo moruno es de las que menos agua precisa. Elígela si quieres practicar la xerojardinería, una modalidad de cultivo que busca usar la mínima cantidad de agua. También tiene un lado muy espiritual. Desde tiempos inmemoriales, esta especie endémica del sur de Europa (abundante en Baleares y Cataluña) ha sido venerada como una conectora entre el mundo sagrado y el terrenal, atribuyéndosele poderes adivinatorios y alma femenina. Tomada en infusión, se cree que aumenta la intuición. Las matronas la incluían en las curaciones de los partos y la recomendaban para aliviar molestias menstruales y del embarazo.