Una tortuga en la arena

Las tortugas de mar simbolizan la longevidad y la sabiduría. En algunas culturas, se asocian al renacimiento y a la protección espiritual, y también a la unión entre agua y tierra, ya que son criaturas acuáticas y terrestres, vinculadas a ambos mundos. Existe un mito de raíces hindúes y que encuentra su correspondencia en otras filosofías protagonizado por una tortuga que sostiene la Tierra sobre su caparazón. Y es que la resiliencia y fortaleza de las especies marinas, unidas a su apariencia poderosa, han dado origen a inspiradoras historias transmitidas de generación en generación a lo largo del tiempo. Contemplar a estos seres en su hábitat natural te ayudará a conectar con la grandeza de toda la existencia, a través de la suya y de la tuya propia. Sólo tienes que saber mirar.

¿Dónde viven las tortugas de mar?


Si ahora te estás preguntando dónde ver tortugas de mar, ten en cuenta que sienten predilección por los mares tropicales y subtropicales del planeta y que, dependiendo de la especie, suelen vivir más o menos alejadas de las costas. Por lo general, su localización está determinada por el alimento disponible a distintas profundidades y también por las temporadas de anidación y desove, cuando las hembras se acercan a las playas. Además, algunos de estos animales realizan migraciones a zonas templadas e incluso polares. Pero, a grandes rasgos, todos los lugares donde viven las tortugas de mar tienen dos cosas en común: aguas que tienden a cálidas y la posibilidad de un festín.

Los arrecifes de coral, imprescindibles para preservar la salud de las costas y de los océanos y, por tanto, también para garantizar el equilibrio del medio ambiente, son el hogar de muchas de ellas. México, República Dominicana y Jamaica, así como Brasil, se encuentran entre sus destinos predilectos en el continente americano. En este último país, en Praia do Forte, un edén natural ideal para practicar el ecoturismo y avistar estas y otras criaturas marinas, Iberostar colabora desde sus hoteles con el Proyecto TAMAR, que vela por su cuidado con un espacio protegido donde las hembras pueden acudir a desovar y cuidar de sus crías antes de regresar al mar.

Tortuga carey (Eretmochelys imbricata)

El caparazón de la tortuga carey brilla como una joya preciosa, sobre todo cuando refleja la luz del sol a través de la superficie del agua. Con más de trece escudos translúcidos centrales y hasta diez pares de escudos marginales, sus patrones de color van del negro y el marrón al ámbar, el amarillo y el rojo oscuro. Tiene un tamaño más reducido que el de otros quelonios, con una longitud de entre 60 y 120 centímetros y un peso de entre 60 y 90 kilos. Le gustan las aguas cálidas y el mar abierto, por lo que desarrolla su pacífica existencia en las áreas tropicales y subtropicales de la Tierra, pudiendo llegar a vivir entre 30 y 50 años. 

Debido a la persecución que han sufrido durante siglos por sus bellas escamas, utilizadas para tallar objetos de artesanía, las tortugas carey han evolucionado para que su piel resulte tóxica. Esa toxicidad procede de su alimento principal, las esponjas de mar, que contienen un veneno letal para otros de sus depredadores. Afortunadamente, en la actualidad esta especie está protegida y, al igual que sucede con el resto de tortugas marinas, las leyes prohíben su captura. En algunos destinos es posible avistarla de forma ética y sin interferir en sus rutinas, por ejemplo, durante una sesión de buceo en la Riviera Maya o practicando el snorkel en la cercana isla de Cozumel, dos paraísos para la fauna acuática. Las hembras también salen a desovar entre los meses de junio y octubre a las playas de Punta Cana, en República Dominicana.

una tortuga nadando bajo el agua

Tortuga caguama o boba (Caretta caretta)


La imponente (puede llegar a medir 120 centímetros y a pesar hasta 200 kilos) tortuga caguama, también conocida como boba, cabezona o amarilla por su tonalidad, se encuentra en peligro de extinción en México y la Baja California, así como en las demás zonas templadas y tropicales del Pacífico y el Índico, donde habita. Pero no siempre fue un animal: para algunos pueblos originarios de la Península de Yucatán, se identifica con la madre sagrada que engendró a toda la Humanidad.

Para perpetuar su propia estirpe, las hembras desovan en el lugar exacto en el que nacieron, que recuerdan gracias a su memoria instintiva. Pudiera parecer que lloran cuando permanecen en tierra; esto se debe a que sus glándulas lagrimales execran el exceso de sal del agua del mar. Su alimentación carnívora las dota de potentes mandíbulas, que les permiten triturar crustáceos como cangrejos y camarones. También comen medusas y pequeños peces, e incluso algunas algas para completar su dieta a base de vitaminas y minerales.

una tortuga nadando bajo el agua

Tortuga verde (Chelonia mydas)

La tortuga verde es la única que se alimenta íntegramente de plantas en la edad adulta, y también la más grande y fuerte: su peso oscila entre los 160 y los 250 kilos y su tamaño, entre los 80 y los 130 centímetros. En su etapa juvenil, también ingiere pequeños crustáceos y peces. Al convertirse en adulta, su dieta pasa a convertirse en vegetariana, mudando poco a poco de color hasta volverse del mismo tono que los vegetales que come. ¿Fascinante, verdad? Su hogar son los océanos tropicales, subtropicales y templados, aunque prefiere las aguas poco profundas y próximas a islas y bahías, con lechos de pasto marino. Como ya te adelantábamos más arriba, algunos científicos sostienen que su subespecie Chelonia agassizii es en realidad una especie diferenciada de la Chelonia mydas, aunque por el momento no se ha alcanzado un consenso al respecto.

Tortuga laúd (Dermochelys coriacea)

La única clase de estos animales que se adscribe a la familia Dermochelys también impresiona por su majestuosa presencia, ya que puede pesar más de 400 kilos y medir más de dos metros. En lugar de por escamas, su caparazón está cubierto por una quilla o carena a modo de mosaico, con una piel muy resistente que la protege de las amenazas del entorno. Sus aletas son proporcionalmente más grandes que las de las demás tortugas. Y, al contrario que las Cheloniidae, no tiene cuernos. Se alimenta sobre todo de medusas, pero también de calamares, crustáceos, peces y erizos de mar. Posee el don de la orientación, guiándose por el campo magnético de la Tierra. Gracias a él, todos los años las tortugas laúd dejan las aguas tropicales para nadar hasta las polares siguiendo la corriente del Golfo.

Tortuga de espalda plana (Natator depressus)

Como ya habrás intuido por su nombre, la tortuga de espalda plana posee un caparazón que llama la atención por su planitud, puesto que carece de protuberancias. Eso sí, un curioso ribete lo bordea, dándole un aspecto de lo más elegante. En su edad adulta, mide entre 95 y 130 centímetros y pesa entre 100 y 150 kilos. Sólo es posible contemplarla en un área muy concreta del globo terrestre, entre Australia, Indonesia y Papúa Guinea, ya que es endémica del continente australiano, donde se encuentra protegida. De hecho, sus hembras únicamente desovan en unas pocas playas del norte de Australia (los machos nunca vuelven a tierra). Su alimentación carnívora se basa en invertebrados marinos como pepinos de mar, mariscos o medusas.

Tortuga olivácea o golfina (Lepidochelys olivacea)

Al igual que la verde, la tortuga olivácea también se llama así por la tonalidad de su caparazón, en este caso, tendente al color aceituna. Su otro nombre, golfina, hace referencia a los Golfos de México y California, donde durante siglos ha reinado como especie. Mide entre 50 y 75 centímetros y pesa entre 40 y 50 kilos, aunque no es el tipo más pequeño. Se ha convertido en toda una estrella en las costas del Pacífico de América Central, de México a Costa Rica pasando por Panamá y de América del Sur hasta Surinam, en cuyas costas lleva a cabo sus teatrales “arribadas” o desembarcos masivos para el desove. Aunque se la considera mayoritariamente herbívora, en ocasiones también puede comer crustáceos, moluscos y medusas.

Tortuga de Kemp o lora (Lepidochelys kempii)

La de Kemp o lora es la más difícil de encontrar y también la más pequeña de todas: su tamaño no suele sobrepasar los 70 centímetros de longitud. Las hay incluso de 45 centímetros, y pesan entre 30 y 50 kilos. Su territorio se halla circunscrito a la playa mexicana de Rancho Nuevo, una reserva natural del estado de Tamaulipas transformada en su santuario, ya que allí se concentra el 70% de las hembras para anidar. Endémico del Golfo de México, este quelonio se encuentra en mayor riesgo de extinción que otras especies con más capacidad de adaptación para vivir en diferentes lugares.

¿Por qué están en peligro de extinción las tortugas de mar?

Muchos de los lugares donde viven las tortugas de mar están protegidos, ya que todas las especies han sido calificadas de vulnerables (caguama, olivácea y laúd), en peligro de extinción (verde) o en peligro crítico (carey y de Kemp) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el organismo que se encarga de establecer esta clasificación para los animales y plantas. En el caso de las de espalda plana, la ley australiana para la Protección del Medio Ambiente y Conservación de la Biodiversidad las considera vulnerables, aunque en la actualidad no hay datos suficientes para incluirlas en la llamada Lista Roja de la UICN.

Las razones de que se encuentren en peligro tienen que ver, en su mayoría, con la irresponsabilidad humana. La contaminación de los mares y costas y la crisis climática, que está transformando el clima a nivel global, llevan a que a muchos animales cada vez les resulte más difícil sobrevivir en sus ecosistemas. El aumento de la temperatura del agua, por ejemplo, puede afectar a los comportamientos naturales de los quelonios y también a los de otros seres del mar que les sirven de alimento. Y, aunque las leyes las protejan, todavía se sigue practicando la caza furtiva ilegal. 

Con pequeños gestos y sencillas elecciones conscientes, podrás ayudar a mejorar la salud costera y, por tanto, también la vida de las tortugas marinas. ¿Algunas ideas? Cuando viajes, trata de decantarte en la medida de lo posible por restaurantes donde se prioricen los ingredientes autóctonos y de temporada, así como el pescado y el marisco procedentes de fuentes de pesca responsable. Si lo haces, también estarás apoyando a las economías pesqueras y agrícolas locales, de las que dependen muchas familias. Puedes echar un vistazo a esta guía de turismo comunitario para inspirarte.

¿Cómo nacen las tortugas de mar?

Ver cómo nacen las tortugas de mar equivale a presenciar una hermosa manifestación del prodigio de la vida. Cada tres o cuatro años, las hembras adultas en temporada de anidación salen del agua y buscan el mejor lugar de la playa para excavar un hoyo en la arena. Allí depositan varias decenas de huevos (entre 50 y 200 por nido), los entierran y, después, vuelven al mar. El período de incubación puede variar de una a otra especie, aunque suele durar entre 40 y 70 días. Una vez maduros, los óvulos eclosionan y las tortugas bebé salen al mundo. Las crías emergen de la arena y, todas juntas, corren agitando sus diminutas aletas en dirección al océano.

En destinos donde ver tortugas de mar como la isla de Aruba, además en otros de los que ya te hemos hablado, como Praia do Forte, en Brasil, o la Riviera Maya y Cozumel, en México, tendrás la suerte de poder presenciar este instante mágico de una forma respetuosa con los animales y a cierta distancia. Has de tener en cuenta que se trata de uno de los momentos más vulnerables para ellas, que los depredadores aprovechan para atacar. Esta es otra de las razones por las que se habilitan espacios de desove protegidos en los lugares del mundo donde se produce este fenómeno.