La catedral de Mallorca, conocida como la Seu entre los mallorquines, es el resultado de una promesa cumplida. El rey Jaime I la erigió en homenaje a Santa María tras encomendarse a ella en mitad de un naufragio. El monarca se salvó y, al regresar, decidió hacer honor a su fe mandando levantar una catedral que, en sus orígenes, se reflejaba en el mar.

Como suele suceder con este tipo de edificaciones, la construcción de la catedral de Mallorca se alargó durante varios siglos, convirtiéndose así en un fiel relato de los tiempos escrito en piedra.

Hay muchas razones para visitar la catedral basílica de Santa María de Mallorca, aquí van algunas de ellas:

 

una gran torre alta con un reloj en el costado de un edificio

1. Admirar los detalles arquitectónicos de una catedral gótica única en el mundo

La catedral de Palma de Mallorca se alzó en el año 1.229, por lo que está considerada un templo gótico, aunque su portal mayor se terminó de construir en 1.601 y pertenece al Renacimiento tardío. La historia, el arte y sus tiempos le fueron dando forma a un espacio de culto con carácter propio cuya arquitectura es un reflejo de la vida que bullía a su alrededor.

Con 6.600 metros cuadrados de superficie, una planta de tres naves y 16 capillas, casi todas ellas con retablos barrocos, la catedral de Palma de Mallorca también cuenta con siete rosetones y 87 ventanales en total.

 

Una chimenea sentada en una habitación

7. Dejarse envolver por la espiritualidad alternativa de Miquel Barceló 

El sello de Miquel Barceló en la catedral de Mallorca es inconfundible. En 2007, el artista remodeló la capilla del Santísimo Sacramento. Tres frescos realizados en cerámica donde se representan el mar, la Humanidad y la Tierra, varios vitrales y diversos elementos de mobiliario expresan su peculiar manera de entender lo místico.

Y, aunque la aportación de Miquel Barceló a la catedral de Mallorca no estuvo exenta de polémica, sin duda fue definitiva para enriquecer y expandir la leyenda viva de la Seu.

Un gran edificio de piedra con un reloj

8. Contemplar la fachada de la catedral reflejada en un estanque

La ciudad ha ido creciendo y la catedral-basílica de Santa María de Mallorca ya no se mira en el mar. Sin embargo, un majestuoso lago rodeado de zonas verdes se abre ante sus pies, haciéndole de espejo y dándole a su exterior un toque de fantasía. 

Para las personas que este verano se alojen en hoteles en Mallorca, pasear por la zona y detenerse a admirar la estampa puede convertirse en el plan perfecto. Palma de Mallorca y su catedral iluminan cualquier ruta a pie.

9. O, tal y como escribió el pintor Santiago Rusiñol, entrar para “ver su alma”

En 1.912, Santiago Rusiñol le dedicó un libro a Mallorca titulado La isla de la calma. Refiriéndose a la catedral de Mallorca desde el interior, a su esencia, escribió: “¡Por fuera verás la armadura, pero entra y verás el alma!”. 

En efecto, la entrada a la Catedral de Mallorca es imprescindible, pues cuando se trata de describir el asombro estético que provoca a sus visitantes la catedral de Mallorca tanto su interior como su armazón cuentan.

 

10. Aprenderse el nombre de sus nueve campanas

N’Eloi, Na Bàrbara, N’Antònia, Sa Nova, Na Mitja, Na Tèrcia, Na Matines, Na Prima y Na Picarol. Así se llaman —de mayor a menor tamaño— las nueve campanas de la catedral basílica de Santa María de Mallorca.

Además de nombre propio, en la Edad Media las cuerdas vocales de las catedrales también poseían un lenguaje específico, crucial para las comunicaciones con el pueblo cuando no existían otros medios. Por este motivo, la catedral de Santa María de Palma de Mallorca siempre fue algo más que un centro litúrgico.

 

11. Dejarse impresionar por su órgano mayor

El órgano mayor de la catedral de Santa María de Palma de Mallorca se instaló en 1.477, para sustituir al anterior, un siglo más antiguo. Consta de cuatro teclados de 56 notas, así como de un pedal de 30 notas.

La música siempre ha sido importante en la catedral basílica de Santa María de Mallorca. Así lo atestiguan los anales. Para no perder ese legado, todas las temporadas desde el año 2.000, se celebra el Festival del Órgano en el templo mallorquín.